PIPIMOMO

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domingo, 11 de mayo de 2014

El zombi

Un escupitajo al salir de casa. Las estrellas no saben que él existe, y sin embargo porfían y permanecen.

Hoy adopta el paso largo. Cabeza hundida en el cuello del abrigo. La espalda algo encorvada por la costumbre de mendigar sobras. Y el miedo a encontrarla en la siguiente esquina.

Y ella siempre estaba allí.

Su risa se le había escapado entre los dedos al mismo tiempo que el cielo se agrietaba. El gran orden comenzó a perder importancia. Si subía o si bajaba. La estación, el hambre, el día, la noche... Ya no sabrían a verdad los besos en el portal.

La muerte había avanzado sigilosa, camuflada en poses simpáticas y pretextos vintage. Lenta y suavemente se lo fue tragando todo, hasta... hasta dejar sólo la sombra testimonial de un hombre que, quizá, un día fue bueno.

Cruza la calle de oído. La basura parece la coreografía del futuro. Dicen... aunque él prefiere no escuchar, dicen saber cómo es. Saben más que él, y son dueños de grandes risas que amenazan con darle caza. Huye. Sigue avanzando a pasos largos, envuelto en un fuego amarillo que le consume sin prisas.


Las zanjas señalan el camino. Su respuesta, un instante ojos arriba, es maldecir las estrellas.

4 comentarios:

  1. Quien sabe si tal vez las estrellas le hablan y él no sabe interpretarlas. Pesa, en serio que pesa esa falta de esperanza del zombi que vaga en la noche.

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    1. Bueno, que se le va a hacer, se trata de un muerto en vida... A veces cuando se pierde algo que parece llenarlo todo, puede pasar eso. supongo, :)

      Gracias por comentar!!!

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  2. Siempre hay una solución a la vuelta de una esquina, esa que hace que el zombie desaparezca y vuelva renazca el latido

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    1. Hola, MaRía! Pues en cada esquina él temía ver la solución, y de hecho la veía, pero sin ánimo de solucionar nada. Mucho mejor tu deseo.

      Muy honrado con tu visita!!!

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