El despertar
(“A
ese mundo que es tuyo y mío.”)
Sucediste
como casual aguja
en un pajar.
Pronto,
tus trinos y tu olor
abarcaron
lo hondo
y
descubrieron lo sano
--apenas una lágrima a la deriva--.
Fue
entonces que el viento comenzó a tañer
y
a oscilar el péndulo
antes varado a la espera de un silencio.
Fue
así cómo zarpé
con
los mocos al viento
y
la camiseta del revés
en
busca de la Tierra Prometida.
Lo más hermoso de todo ello, es llegar a tierra firme. A veces, por no ser exagerada y decir siempre, yo creo que la Tierra Prometida existe aunque habrá quien diga que no.
ResponderEliminarDe alguna forma todos zarpamos con el mismo destino...
Sí, FG. El tema es encontrarla y atracar felizmente en puerto.
EliminarEn nuestra vida siempre debe de existir una meta, y no importa el tiempo, ni el camino, importa ese destino y mientras tanto disfrutar de las vistas que la vida ( nuestra vida) nos regala
ResponderEliminarDe acuerdo. Y añadir el inevitable peligro de que las vistas distraigan la navegación y retrasen los fuegos artificiales. Pero aún en ese caso, puede sera una experiencia más enriquecedora.
EliminarImportante: No desfallezca la meta.
Gracias MaRia por tu aporte